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martes, 15 de junio de 2010

El caso contra Facebook


¿Habrá llegado la hora de abandonar Facebook? Además de ser el sumidero a donde van a dar horas de productividad perdida, en los últimos meses cada vez más usuarios elevan protestas cada vez más enfadadas frente al empleo que hace Facebook de nuestra información privada. Las políticas de privacidad de la red social han sido tan ambiguas y engañosas que la única manera de estar a salvo tal vez sea cancelando la cuenta.

A esa conclusión llegaron más de 36.000 usuarios que participaron el pasado 31 de mayo en el primer Quit Facebook Day –Día de dejar Facebook– para protestar contra el uso abusivo de nuestros datos, que son compartidos con terceros sin consentimiento. Lo que rebasó la copa fue la decisión de hacer públicos los cambios de estatus sin consultar con los usuarios, lo que potencialmente permite que medio mundo se entere de lo que estamos haciendo o pensando, incluso personas sin ninguna relación con nosotros.

Pero el número de personas que abandonaron la nave blanquiazul es apenas una gota de agua en el mar de 500 millones de usuarios que tiene Facebook, y el sitio se ha vuelto tan central a la vida social moderna que la mayoría preferirá seguir navegando a pesar de las advertencias de peligro.

Por eso es importante entender bien lo que Facebook es, para estar en guardia frente al uso que ahora y en el futuro se le dé a nuestras fotos, pensamientos y mensajes. Facebook es primera y principalmente un negocio. Existe para generarle ganancias a sus dueños a partir de sus activos, y su activo principal es precisamente la información: nuestros datos demográficos sumados a todo el cúmulo de actividad que manifestamos en la red. Ese paquete constituye un dossier detallado y muy valioso para la mercadotecnia. Facebook genera todo su ingreso de vender esa información, por lo que busca capturar la mayor cantidad posible. 

Siempre que ingresamos a Facebook estamos revelando algo sobre nosotros. Vastas bases de datos registran cada uno de nuestros clicks e interacciones sociales. Algoritmos de inteligencia artificial leen nuestros mensajes y conversaciones para conocernos íntimamente. El análisis fotográfico revela qué marcas de ropa usamos, qué carro conducimos y qué equipos deportivos apoyamos. Nuestras preferencias musicales, literarias, cinematográficas y políticas son comparadas con las de millones más para calcular el perfil de nuestra personalidad. Facebook sabe si somos noctámbulos o madrugadores, sabe qué marca y modelo de cámara digital usamos, sabe si somos religiosos y a qué estrato socioeconómico pertenecemos.

Toda esa información puede ser usada para bien o para mal. Muchos suben fotografías sin considerar que pueden estar revelando información sobre, por ejemplo, la identidad de sus hijos o el colegio en que estudian. Una foto de una fiesta en la casa puede mostrar qué pertenencias tenemos, lo que sumado a un estatus que indique que estamos de vacaciones es una invitación al robo. Y un hacker buscando entrar a nuestra cuenta bancaria puede burlar las preguntas personales que hacen algunos sitios –como la fecha de nacimiento o el nombre de una mascota– usando información fácilmente obtenida en nuestro perfil.

La red social es ya una parte del mundo moderno y de la vida de muchos, por lo que hay que exigir que se proteja nuestra información. Pero eso no reemplaza la prudencia con la que debemos usar el sitio. Por nuestro propio bien, en internet a todos nos corresponde vigilar la huella digital que dejamos por donde pisamos.

Una versión de esta columna apareció publicada en El Heraldo de Barranquilla el 15 de junio de 2010.

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