La de la semana pasada fue la primera elección presidencial en nuestro país verdaderamente inscrita en la era digital, en la que el uso, bueno o malo, del internet y de las redes sociales pesó en los resultados.
La campaña del Partido de la U alcanzó a hacer el ridículo al descubrirse que uno de sus anuncios televisivos ya se había usado en México para promocionar a un candidato a la gobernación de Sinaloa. Solo se cambiaron algunos colores y el nombre del aspirante. Luego se supo que el mismo anuncio había sido usado también en otra campaña, en Honduras. Ambos se podían ver en YouTube.
Más allá de poner de plano un mensaje tan vacío que permitía ser colgado en cualquier campaña, y más allá del irrespeto al electorado que deriva de reencauchar la misma cuña en lugares disímiles y en momentos políticos distintos –como si lo mismo diera un colombiano en 2010 que un sinaloense en 2005–, ese gazapo reveló una gran ingenuidad en el manejo de los nuevos medios de comunicación. Los estrategas de la U olvidaron que en internet todo se sabe, y todo se sabe enseguida. En la topografía de la red todos los lugares son el mismo lugar y cualquier dato está a un vínculo –es decir, a milisegundos– de distancia.
Ese mismo partido también se equivocó al ignorar la importancia de las redes sociales en la política moderna. Como lo demostró Barack Obama en 2008, comunidades como Facebook y Twitter son hoy un canal de primer rango para comunicar programas políticos, para motivar y movilizar a los electores, y hasta para financiar campañas. A diferencia del Partido de la U, el Partido Verde supo aplicar esa lección y con poco presupuesto nutrir un crecimiento que parecía no se podría atajar.
Esos dos errores son increíbles e imperdonables en un partido político moderno. Apuntan a una visión del electorado como un “pueblo de desconectados”, sin acceso a la información. Ignoran que hoy no se necesita un computador costoso para informarse y para participar en el debate democrático y descentralizado que internet permite y promueve.
El Partido Verde, en cambio, aprovechó las nuevas tecnologías para impulsar un ascenso improbable y meteórico que se llegó a pensar sería suficiente para un primer lugar en la primera vuelta. Pero al final eso resultó ser una burbuja que se desinfló al entrar en contacto con la dura realidad de la política colombiana. Gran parte del apoyo virtual que parecía abrumador en Facebook se disipó. ¿A dónde se fue? No se sabe. Cabe preguntarse si era real.
La lección que queda es que los apoyos “virtuales” tal vez no sean más que eso. La campaña de Obama fue exitosa en su manejo de las comunidades en la red, pero lo complementó con el trabajo de campo de miles de ciudadanos de a pie tocando puertas y explicando las ideas del candidato. Hubo también discursos y manifestaciones públicas, y todas las demás herramientas tradicionales de la política. Es fácil expresar apoyo con el click de un mouse, pero todavía en Colombia en el día de las elecciones la victoria se obtiene en la calle: más transporte y menos Twitter.
Vamos entonces hacia una segunda vuelta que, en cuanto a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), enfrenta dos extremos, ambos inquietantes. En una esquina un partido que por confianza en su maquinaria ignora los debates políticos que en la actualidad tienen los ciudadanos en la red. En la otra uno que confundió el mundo virtual con el real, al tomar la efervescencia en Facebook por apoyo auténtico. Y mientras, ninguno de los dos candidatos menciona siquiera algunos de los temas de vanguardia que en el mundo se discuten alrededor del uso de las TICs en la política. La implementación del voto electrónico, el uso de software libre en las instituciones públicas, y el acceso vía internet a los presupuestos y votaciones de las corporaciones del Estado, son algunos de los temas que en esta campaña no se tocaron.
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