/* Pedirle a Googlebot y otros que me dejen de indexar, para que no me penalicen en Google PageRank */ Código Abierto: La aceleración de la Historia

viernes, 11 de febrero de 2011

La aceleración de la Historia

El régimen de Hosni Mubarak duró tres décadas, hasta que hoy cayó por protestas ciudadanas que parecieron surgir espontáneamente. ¿Por qué, si existía tanto descontento entre la población, no había pasado antes? ¿Por qué de repente nacieron en el pueblo egipcio la idea y el coraje de alzarse contra el gobierno?

En una de las mejores charlas del reciente Hay Festival de Cartagena, el profesor de Historia británico Felipe Fernández-Armesto planteó la tesis de que los cambios en las sociedades están llegando más rápido y con más frecuencia. Como resultado, el mundo será cada vez más inestable y proclive a mayores vaivenes.

Los cambios sociales son producto de las ideas de las personas, y las ideas son fruto de la imaginación y del intercambio. Las sociedades que se aíslan por razones geográficas, religiosas o políticas, se estancan, mientras que las que intercambian ideas y personas, evolucionan.

Durante siglos esa transmisión de ideas fue lenta y trabajosa, constreñida por las distancias, el tiempo y el analfabetismo. La mera invención de la imprenta enseguida cambió al mundo: produjo un cisma en la cristiandad, avanzó la Ilustración, doblegó el antiguo regimen monárquico, y condujo al surgimiento del mundo moderno y de los primeros Estados.

Más adelante, el descubrimiento del electromagnetismo permitió la invención del telégrafo y entramos así en la era de la inmediatez. Luego llegarían la radio y la TV, y ya para la segunda mitad del siglo veinte nos habíamos acostumbrado a un mundo en el que las ideas viajaban rápido y sin barreras.

Sin embargo, nuestras tecnologías de comunicación siempre dependieron de un grado de centralización, si por ningún otro motivo porque la infraestructura de producción y distribución era onerosa. Relativamente pocos agentes podían permitirse el costo de una editorial, de un estudio de grabación o de una estación de radio. Aún en los países más libres, el espectro de ideas que se difundían siempre tenía alguna capa de filtración. Las ocurrencias más sediciosas no tenían el mismo acceso a los medios que los lugares comunes, y la rebeldía y la disensión podían ser acalladas fácilmente por gobiernos inseguros.

El Internet cambió todo eso. La red abrió las puertas a un nuevo mercado de ideas, en el que constantemente están surgiendo unas, atacándose otras, pereciendo las más débiles y dominando las más atractivas. Y todo sin control central y sin filtros: con toda la vivacidad, el desparpajo y la rebeldía de que es capaz el ser humano. La consecuencia de esta promiscuidad de la imaginación es un incremento en la producción y la variedad de las ideas de cambio en la sociedad: una aceleración de la Historia.

Esa aceleración traerá nuevas modas y pasatiempos, nuevos descubrimientos científicos, nuevas curas para enfermedades, nuevas costumbres y modos de vivir. Pero también revelará fracturas antes ocultas o ignoradas en nuestra cultura. Las quejas de las clases insatisfechas, que se manifestaban sordamente a través de los medios de comunicación tradicionales, tienen una nueva voz gracias a la Red. Esos agravios, amplificados por la electrónica, no podrán seguir desatendidos para siempre; más temprano que tarde lograrán resquebrajar estados opresores, corruptos o ineficaces. Ya que todos los pueblos tienen grandes reservas de frustración almacenada, hay que esperar que vendrán años turbulentos en todo el planeta; los casos de Egipto y Túnez son apenas el comienzo.


Una versión de esta columna apareció publicada en El Heraldo de Barranquilla el 7 de febrero de 2011.

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