/* Pedirle a Googlebot y otros que me dejen de indexar, para que no me penalicen en Google PageRank */ Código Abierto: Los pies sobre la tierra

lunes, 21 de noviembre de 2011

Los pies sobre la tierra

Es tal la confianza de nuestra era en la tecnología, que nos parece corriente que ésta invada espacios a los que no tendría por qué ser invitada: espacios como el sexo, la alimentación, y hasta la locomoción humana. La tecnología aplicada al movimiento siempre me ha intrigado. ¿Qué puede haber que sea más natural —y menos artificioso— que correr y caminar? Sin embargo los corredores y atletas de hoy cuentan, para forrarse los pies, con un catálogo de opciones de ciencia ficción. Burbujas de aire comprimido debajo del talón; capas de polímeros de última generación para disipar impactos; pieles sintéticas que aíslan de la temperatura y evaporan la transpiración; textiles impregnados de cobre que se auto-esterilizan contra las bacterias; y hasta unos Adidas con microchip hay en el mercado, que ajustan la amortiguación de las zapatillas a las condiciones del terreno y el ritmo del corredor.

Lo curioso, afirma Daniel Lieberman, un profesor de biología evolutiva de Harvard que ha dedicado su carrera a investigar el tema, es que, después de varias décadas de adelantos asombrosos en tecnología para los pies, no hay evidencia alguna de que ésta haya hecho algo para reducir las lesiones y las molestias que aquejan a los corredores. Algunos estudios indican que, por el contrario, pueden estarse empeorando.

Una nueva teoría acerca del movimiento humano se está abriendo paso, que afirma que hay que volver a correr como lo hacían nuestros ancestros en las sabanas de África, y como lo hacen hoy aún los maratonistas kenianos y etíopes: descalzos. El pie —explica Lieberman— es en si un sistema dinámico de amortiguación de impacto que se ajusta a cualquier terreno y a cualquier movimiento, y que protege los tobillos y las rodillas mucho mejor que cualquier zapato “inteligente”. Es parte de un sistema de retroalimentación complejísimo que evolucionó durante millones de años para proteger al cuerpo de los golpes de la marcha.

Pero por andar calzados durante tantos siglos, nuestro cuerpo ha olvidado cómo caminar y cómo correr. Correr con zapatillas deportivas, aún las más suaves y sofisticadas es, según estos investigadores, tan dañino como para las mujeres usar zapatos de tacón alto. O como tener la pierna dentro de un yeso, que nos protege del mundo exterior mientras por dentro se debilitan músculos indispensables para que el cuerpo haga bien una de sus funciones básicas.

“Nacidos para correr”, se titula un best-seller que se ha publicado sobre esto, y que defiende esa tesis con evidencia evolutiva del pasado, pero también de la actualidad, pues aún quedan en el mundo tribus cuyos miembros, algunos de más de 80 años, llegan a correr 100 km en un día, sin lesionarse y sin zapatos modernos. Para el resto de nosotros, la civilización tiene su precio, y nos ha atrofiado esa facultad al punto que hoy tendríamos que reeducarnos para volver a movernos de forma correcta. Un caso más en el que la tecnología de la evolución supera por mucho los mejores propósitos de la industria humana.

Por mi parte, no creo que de la noche a la mañana comience a andar descalzo por ahí, pero sí he vuelto a poner —literalmente— los pies sobre la tierra. Un caudal de información sensorial sube desde el suelo hasta el cerebro a través de la planta de los pies: una de las zonas de nuestro cuerpo que, como las manos y los genitales, contiene más densidad de terminaciones nerviosas. Por algo la evolución las puso allí.


Una versión de esta columna apareció en El Heraldo de Barranquilla el 21 de noviembre de 2011.

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